martes, 18 de febrero de 2014

Precuela de una rosácea...

Hay tantas cosas que contar que podría escribir un post que durara una semana de lectura, pero la intención no es soltar un rollazo imposible de seguir, intentaré dosificar información para que sea lo más ameno y dinámico posible.
Supongo que lo mejor para este primer post, será que conozcas un poco mi comienzo con la enfermedad, así podrás hacerte una idea de mi nivel de mi veteranía al frente del manejo de la sintomatología.

Allá va:
Yo empecé con mi primer brote de rosácea allá por septiembre de 2010, a mis recién estrenados 27 años... Tras un periodo de estrés continuado, y de la mañana a la tarde, la cara se me llenó de unos granos muy raros. Claro que yo ya había padecido algunos síntomas a lo largo de mi vida, que relacioné, una vez me diagnosticaron la enfermedad.
Cuando era pequeña tendía mucho a sonrojarme, luego, a lo largo de los años, y ya en la adolescencia, tuve dermatitis seborreica en el cuero cabelludo y las cejas, la verdad es que no me preocupó nunca, la manejaba bastante bien y tenía sus periodos. Ya en la universidad, la dermatitis estaba bastante controlada, pero los episodios de brushing siempre habían continuado; cuando me daba corte algo, cuando bebía una copa de vino, cuando me exponía a un cambio de frío-calor típico del invierno... Tengo que decir que por aquella época me parecían hasta graciosos, me veía muy mona yo con mis coloretes, no me imaginaba lo que podría venir después...

Casi dos años antes de mi primer brote, me salió en la cara un circulito de unos 2 cm de diámetro, perfectamente delimitado, que se volvió áspero y un poco poroso. Me preocupó, yo siempre había tenido la piel perfecta, nada de acné, nada de poros, tenía un cutis de muñeca, mis cuidados se reducían a un gel limpiador y una crema hidratante ligera, ambos de Avene, porque si que a veces tenía brillos en la nariz. Acudí a la seguridad social. La dermatóloga que me vió, me dijo que no era importante y me dió unas muestras de una cremita , cuyo nombre no puedo recordar, pero que no me hizo ningún efecto. Seguí con mi circulo, y dejé de darle importancia.

Así que aquel día de septiembre, me levanté por la mañana tan mona yo, totalmente ajena a lo que se me venía encima. No solía maquillarme mucho, un poco de colorete (que jamás volvería a usar), un poco de lápiz negro y rimel, y salí tan pancha, sabiendo que era el día en que ese periodo de estrés que arrastraba desde mayo de ese año iba a acabar, al terminar un examen que tenía pendiente...

No hay comentarios:

Publicar un comentario